
Hablar de Pokémon Amarillo es abrir un portal directo a finales de los 90, cuando las Game Boy eran nuestras compañeras inseparables y el mundo de Pokémon conquistaba corazones a un ritmo imparable.
Este juego no solo fue un hito en la historia de los videojuegos, sino también un fenómeno cultural que logró unir a millones de niños (y no tan niños) a través de aventuras compartidas, cables link y una dosis infinita de imaginación.
Lo primero que Pokémon Amarillo logró fue algo que sus predecesores, Rojo y Azul, no habían intentado: acercarnos aún más al anime. Desde el momento en que el Profesor Oak nos entrega nuestro Pikachu rebelde, la sensación de revivir los primeros pasos de Ash Ketchum fue algo mágico.
Pikachu no era simplemente un starter, sino un compañero con una personalidad propia, que nos seguía por el mapa, reaccionaba a nuestras acciones y se convertía en el verdadero protagonista de nuestra aventura.
Pero Pokémon Amarillo también dio un golpe sobre la mesa al permitirnos algo que hasta entonces era imposible: obtener a los tres iniciales –Bulbasaur, Charmander y Squirtle– en una misma partida. Esta opción, que convertía a nuestro equipo en una especie de «sueño cumplido», sumó un nivel de estrategia y satisfacción que marcó la diferencia con respecto a sus versiones anteriores.
Por supuesto, gran parte de la magia de Pokémon Amarillo no residía solo en el cartucho, sino también en la experiencia compartida con amigos. El cable link, esa maravilla tecnológica de la época, nos permitía librar intensas batallas y realizar intercambios clave para completar nuestra Pokédex.
Aquellos momentos frente a frente, en los que buscábamos cerrar el trato perfecto (“Te doy mi Kadabra si me das tu Golem”), son recuerdos que han quedado grabados como una de las experiencias multijugador más puras y memorables de la historia de los videojuegos.

En el equipo de Colossus Gamers, Pokémon Amarillo ocupa un lugar especial en nuestros corazones. Tanto es así que podemos presumir con orgullo de haber logrado lo que muchos consideraban una meta casi imposible: completar la Pokédex con los 151 Pokémon, incluyendo a Mew. Si bien no entraremos en detalles sobre cómo algunos entrenadores «consiguieron» a este legendario, el hecho es que la hazaña se alcanzó, y tras todos estos años, tan solo dos cartuchos de los miembros del equipo, han resistido el paso del tiempo con su pila interna intacta y ver este logro.
Poder cargar esos archivos y ver esa Pokédex al 100% hoy día es como viajar en el tiempo a una época donde todo parecía más sencillo a la par que más complicado (por eso de no haber Internet para hacer intercambios), y, paradójicamente, más extraordinario.
En conclusión, Pokémon Amarillo no solo fue un juego, sino una experiencia que definió una etapa de nuestras vidas. Su capacidad para conectar con el anime, innovar con mecánicas, y fomentar una comunidad en torno a las partidas y los intercambios lo convierten en un clásico atemporal.
Hoy, recordarlo no es solo un ejercicio de nostalgia, sino también un homenaje a una obra que revolucionó una consola y marcó a toda una generación de entrenadores Pokémon.
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