
Hace apenas unas semanas llegó Leyendas Pokémon: Z-A, el nuevo intento de Game Freak por reinventar la fórmula. Un lanzamiento que, más allá de su calidad, vuelve a abrir un debate que acompaña a la saga desde hace años: ¿Pokémon sigue siendo Pokémon?
Quienes empezamos en Rojo/Azul, o incluso en Oro/Plata, ya tenemos más de 30 años. Crecimos con la saga. Nos desvelábamos frente a la Game Boy con la luz de una lámpara cutre apuntando a la pantalla porque no existía retroiluminación. No había guías oficiales, ni tutoriales eternos, ni aplicaciones que te dijeran exactamente qué hacer. Pokémon te dejaba solo, y ese era parte del encanto.
Hoy, la saga ha cambiado. Es casi irreconocible.
Cuando Pokémon te hacía sudar de verdad
Los juegos antiguos eran más difíciles, las cosas como son. No vamos a engañarnos. Si jugaste Pokémon Oro/Plata, probablemente hayas sufrido un trauma compartido: el Miltank de Blanca en Ciudad Trigal. No era solo fuerte: era injusto, descarado, cruel. Rizo Defensa + Avalancha + Atracción + Batido = Tu equipo entero eliminado. Un combo infernal capaz de arruinar equipos enteros y provocarnos auténticos ataques de ira infantil que, hasta para los más pacientes, intentabas dicho combate cerca de treinta veces (y creo que me quedo corto). Era otra época:
- No había repartidor de experiencia global.
- No había pociones infinitas que te las regalaban hasta por pasear y el dinero escaseaba (y mucho).
- No había ayudas contextuales cada dos minutos.
Solo tú, tu equipo, y un Miltank rodando sobre tu dignidad.
Ese tipo de dificultad, esa sensación de logro al ganar por puro aprendizaje, ha desaparecido casi por completo. Hoy, Pokémon te lleva de la mano desde que sales del primer pueblo, literal. No nos engañemos: hasta el rival en los últimos títulos se coge el Pokémon que es débil contra el tuyo para que, si el combate ya es sencillo sin más, (porque no hay ataques de tipo en ninguno de los dos Pokémon), a poder ser, que en los siguientes compases tampoco te cree dificultades por si te toca combatir contra tu rival. Se acabó ese miedo de girar una esquina y que tu rival aparezca y te destroce tras hacerte una caminata enorme desde el último centro Pokémon. Ahora todo va sobre raíles, sencillo y sin “sustos” (no vaya a ser que alguien deje colgado el juego porque no ha podido derrotar al rival. Eso de entrenar al equipo parece ser que se han perdido por el camino. El juego ya te lo explica todo, te da objetos cada dos metros y el desafío ha sido sustituido por algo parecido a un tour guiado por la región. Esto no es lo que en su día fue…
¿Cuándo se convirtió Pokémon en un paseo turístico?
En las últimas entregas, incluida Leyendas Pokémon: Z-A, se nota una tendencia clara:
- La dificultad prácticamente no existe. Ya tienes hasta símbolos en los ataques que te dicen si van a ser efectivos o no contra el rival (por si no sabías que existe una tabla de tipos desde hace casi 30 años…)
- Los tutoriales duran horas (demasiadas y, con la poca atención que ponen las nuevas generaciones, creo que son innecesarias).
- Todo está diseñado para que nada frustre.
Y no es casualidad: buscan atraer a nuevo público. Quieren que cualquier jugador, sin importar experiencia previa, termine el juego sin esfuerzo. Pero el problema es evidente:
Pokémon sigue vendiéndose como un juego infantil, aunque quienes crecimos con él ya rozamos los treinta y tantos.
No pedimos combates de Dark Souls (aunque, visto lo visto y como focalizan el público, un día de estos vemos algo así). Solo pedimos sentir que ganar requiere algo más que pulsar A. No entiendo dónde quedó esa genial idea de ponerle modos de dificultad a un juego, tal y como hicieron en Pokémon Blanco 2 / Pokémon Negro 2.
Sacrificio por velocidad: cuando los juegos salen crudos
A la pérdida de dificultad se suma otro problema que se ha vuelto constante:
- Juegos que salen con fallos técnicos evidentes.
- Modelados y animaciones que se reciclan entrega tras entrega.
- Mundos que prometen ser gigantescos, pero están vacíos y sin alma.
- Si ya de por si están vacíos, las texturas llegan a ser inexistentes (Sólo hay que ver los edificios de Leyendas Pokémon Z-A. Nada que añadir, señoría.)
El ejemplo más reciente fue Pokémon Escarlata/Púrpura: un lanzamiento apresurado, repleto de bugs que afectaban a la experiencia. Lo peor es que, aun así, vendió millones. ¿Por qué invertir más, si con menos la gente sigue comprando?
Game Freak va con prisa. Se nota. Falta ese mimo que antes se hacía sentir en cada ruta, cada gimnasio, cada combate memorable. Pokémon ya no es un viaje, es un producto que tiene más de 1000 criaturas que, algunas con más y otras con menos carisma, son una máquina para hacer dinero con el merchandising y el Trading Card Game. El juego que compras por 70 u 80€ ya no es el target. El objetivo es quien se compra un peluche cada mes, varias cajas Élite de TCG, sobres a tutiplén y, mensualmente, se dejan 300€ o más en todo ello. Los juegos ya, por verlo así, son secundarios en esta franquicia.
¿Hay esperanza?
Leyendas Pokémon: Z-A ha dado un a cambio en la fórmula, y eso ilusiona, pero no termina de convencer a los que llevamos jugando los títulos toda la vida. Pero el problema de fondo sigue ahí: Pokémon ya no se desarrolla con calma ni buscando profundidad.
Vuelvo a decir lo mismo que en las anteriores líneas: Se ha convertido en una máquina de marketing constante:
Anime → Cartas → Merchandising → Repetir
Como ya podéis ver, en ese ciclo, el videojuego es la parte sacrificable. Ojalá Game Freak recuerde algún día que Pokémon no sería la saga multimillonaria que es sin quienes pasamos noches enteras intentando derrotar a un maldito Miltank.
Pero siendo realistas, con casi 30 años de franquicia, parece improbable. Mientras siga vendiendo millones, ¿por qué cambiar?
Conclusión
Pokémon sigue siendo mágico, pero ya no es nuestro Pokémon. Nosotros queremos sentir de nuevo esa mezcla de descubrimiento, reto y orgullo. Los juegos actuales parecen diseñados para evitarlo. Quizás, en alguna entrega futura, vuelva esa chispa perdida. Pero a estas alturas, y pese a lo que deseamos…Dudamos que ocurra.
El tiempo lo dirá todo. Sólo queda esperar.






