
La reciente nominación de Elden Ring: Shadow of the Erdtree a los premios GOTY (Juego del Año) ha encendido un debate que, año tras año, parece que solo se intensifica: ¿qué criterios están utilizando los organizadores de estos premios? Porque, francamente, incluir un DLC en una categoría tan prestigiosa no solo es cuestionable, sino que también es un golpe bajo para otros títulos completos que podrían haber brillado en su lugar.
No voy a negar el impacto de Elden Ring. Fue una obra maestra en su lanzamiento, revolucionando el mundo abierto con su exquisita dirección artística, diseño de niveles y profundidad narrativa. Pero aquí estamos hablando de un DLC. Por muy prometedor que sea Shadow of the Erdtree, sigue siendo una extensión del juego base, no una experiencia independiente.
¿Por qué debería competir en igualdad de condiciones con títulos que han sido desarrollados desde cero? Esta nominación plantea la incómoda pregunta de si ciertos estudios —como FromSoftware— gozan de un trato preferencial simplemente por su renombre.
La industria tiene muchos títulos, incluso independientes, y propuestas frescas que quedan opacadas año tras año. Juegos como Sea of Stars, Hi-Fi Rush o incluso títulos menos mediáticos pero cargados de innovación narrativa y jugable merecen mucho más esta atención.
¿Dónde queda el reconocimiento a esas joyas? Es difícil no pensar que, al encumbrar a gigantes ya consolidados como FromSoftware, se está cerrando la puerta a desarrolladores que verdaderamente necesitan esa visibilidad para prosperar.
Además, el despropósito no termina ahí. Las categorías de los GOTY parecen cada vez más un intento desesperado por abarcar todo y contentar a todos… salvo a los jugadores.
Es ridículo ver cómo se ignoran juegos aclamados por la comunidad, mientras otros con valoraciones mediocres o una mínima repercusión en la conversación colectiva se cuelan en las listas de nominados. ¿Es esto un reflejo de lo que la comunidad considera relevante?
Parece más bien una decisión de despacho que ignora las pasiones de quienes verdaderamente sostienen esta industria.
Y al final, todo apunta a un mismo lugar: el dinero. Sería ingenuo pensar que los premios no están influenciados por intereses económicos. Las grandes campañas de marketing y las alianzas estratégicas con los organizadores tienen un peso evidente.
Esto desvirtúa el propósito de celebrar lo mejor que tiene para ofrecer la industria y lo convierte en un espectáculo diseñado para maximizar beneficios.
¿Cuántas veces hemos visto juegos que, aunque técnicamente impresionantes, carecen de alma, ser alabados en detrimento de propuestas más valientes o arriesgadas?
Es hora de que estos premios se replanteen su propósito. Reconocer el mérito debería ser la prioridad, no perpetuar la hegemonía de unos pocos grandes nombres. No se trata de quitarle valor a Shadow of the Erdtree ni a FromSoftware, sino de dar espacio a la diversidad, a la innovación y a los proyectos que realmente redefinen lo que significa jugar.
Si seguimos así, corremos el riesgo de que los GOTY pierdan la poca credibilidad que aún les queda, dejando claro que lo que manda, lamentablemente, no es el amor por los videojuegos, sino el poder del dinero. Y eso, como jugadores, no deberíamos tolerarlo.
Sin embargo, me da que lo toleraremos y, si no me equivoco, posiblemente ya sabemos quién se alzará con el título de GOTY 2024
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